APUNTES HISTÓRICOS SOBRE
LA HERMANDAD DE ÁNIMAS
Por Manuel García Félix
Cuadro de Ánimas de la Ermita |
Sabemos que la devoción a las Ánimas Benditas del Purgatorio en la
creencia piadosa de que Dios manifiesta su gracia a quien ruega por ellos se
hunde en los tiempos más antiguos del cristianismo, cuando la oración a los
muertos en las catacumbas era una ceremonia de culto en su honor. Más tarde, en
la Edad Media, San Odilón, Abad del monasterio benedictino de Cluny, instaura
la conmemoración de los fieles difuntos en el 998, hace ahora mil años. El
temor de los hombres medievales a que el fin del mundo vendría en el año 1.000
hizo que la oración y el culto a las Ánimas se intensificaran notablemente.
Así, esta orden monástica de San Benito de Nursia que diera a la cristiandad
millares de obispos, Santos y sabios escritores, haciéndose eco de su
responsabilidad cultural ejercida magistralmente en aquella época sobre
la Iglesia de Occidente, pone en marcha el mecanismo que instituye esta
conmemoración piadosa. El hecho supone un caldo de cultivo inmejorable para la
mentalidad del medievo, donde los valores humanos se habían desvirtuado en parte,
tomando unas directrices diferentes a las de su auténtica doctrina, donde el
miedo y la condena eterna del Espíritu tenían cierta prioridad en el
sentimiento cristiano frente a valores como el del amor a Dios y de la Caridad.
Muerto en 1.264 el Papa Urbano IV, que dedicara meritoriamente su
actividad papal a promover el culto al Santísimo Sacramento, fue nombrado nuevo
solio pontificio Clemente IV, quién bajo su pontificado le da el espaldarazo
definitivo a la conmemoración de los fieles difuntos y la erige fiesta de
guardar. Desde entonces, la relevancia y el acervo de esta devoción a las
benditas ánimas entra en un aumento de fervor constante. Llegan, por tanto, a
constituirse por este hecho las hermandades en torno a esta veneración, que ya
eran consustanciales en el diseño devocional de aquellos pueblos.
Las hermandades nacen, entre otras muchas razones, por la necesidad
que tiene el hombre cristiano de fusionar la creencia y la vivencia, de manera
que se crea un espacio inigualable para la comunicación y la convivencia. Así,
no se vivirá una fe aislada ni atomizada, sino compartida e involucrada en un
proyecto religioso colectivo, donde el fervor a unas imágenes, el ejercicio de
la caridad y la oración sean canales despejados que lo acerquen a Dios.
Pero este modelo o formato de Hermandad, por otro lado genérico en la
mayoría de los casos, en la corporación religiosa que ahora nos ocupa, no se da
del todo en su integridad. Ya que ésta, por su naturaleza original, o por su
idiosincrasia devocional, no está aderezada con los recursos que otras
hermandades puedan poseer.
Por ejemplo, las Hermandades de Ánimas no fueron tomadas por la
jerarquía eclesiástica después de la Asamblea Tridentina para hacer frente a la
reforma religiosa que Lutero intentaba de hacer en Europa, caso que ocurriera
con las de Penitencia, que éstas sí fueron la avanzadilla de la Iglesia después
de Trento para combatir públicamente la herejía luterana. Esto supuso para las
cofradías penitenciales una acentuada época de emporio y relevancia, que, por
contra, jamás tuvieron las de gloria, como la nuestra de las Ánimas, y sí, en
otras épocas anteriores también, las sacramentales, con el impulso que
recibiera de Urbano IV.
El Barroco, esa profusión de arte repleto de líneas curvas y de
expresiones del alma pero hacia fuera, que sensibiliza sobre todo a lo
relacionado con lo religioso y con lo sacro y que le dan cuerpo y forma a
nuestras imágenes devocionales, es otra de las carencias que presentan las
hermandades de Ánimas al no poseer una estatuaria procesional que suponga un
atractivo orientado a una devoción concreta, sino que es algo más etéreo, más
espiritual, más exegeta, al estar íntimamente relacionado con la oración y la
meditación. No son, por lo tanto, corporaciones donde existan eclosiones
barrocas ni efigies espléndidas, sino hermandades poco apetitosas para el
acercamiento a ellas de gran parte del importante segmento cofradiero.
Son, entonces, asociaciones de fieles distintas, diferentes. Que
preconizan sobremanera su vida espiritual, a través de la oración y la
invocación a las Ánimas que se encuentran en un estado de purificación. No
poseen imágenes a las que se les pueda venerar, sólo unos austeros óleos sobre
lienzos donde levitan las ánimas solemnemente; no organizan procesiones, sólo
los devotos se subyugan hieráticos ante sus altares con los rezos; no
tienen bandas de música, sólo misterio y silencio; no llevan una vida de
Hermandad, la Hermandad nace a través de la caridad que se ofrece con la
oración y el pedir por las almas del purgatorio.
Así las cosas, iremos desmenuzando al socaire del ambiente que rodeaba
a estas corporaciones religiosas, las breves reseñas históricas que sobre
nuestra Hermandad palmerina de Ánimas arrojan los archivos.
SIGLO XVII
Mosaico de Ánimas de la Parroquia |
En realidad, las hermandades de nuestro pueblo no se vieron
beneficiadas históricamente por este vínculo gremial. En ninguno de los
archivos consultados consta la creación por parte de estas instituciones
laborales de alguna cofradía; esto supuso que la mayoría de las corporaciones
religiosas atendieran a una pobre estética procesional, ya que su estructura no
estaba respaldada por el apoyo económico de los centros gremiales.
La Hermandad de Ánimas Benditas estaba instaurada en la Parroquia al
menos ya en este siglo, y así lo revela la fecha de 1.698 donde se dice que
tenía a su favor rentas y privilegios. Hay que decir que en aquellos años del
XVII las corporaciones en general se vieron favorecidas y beneficiadas por la
fundación de Patronazgos, capellanías y otras mandas que incrementaban
sobremanera el patrimonio de éstas.
Se asiste en La Palma a un siglo de clara decadencia para los antiguos
hospitales que componían el entramado sanitario y religioso del pueblo, ya que
así lo reflejan los visitadores eclesiásticos en sus crónicas de la época,
donde comentaban que eran continuas la corrupción y los abusos que en ellos se
cometían.
Paralelamente a nuestra devoción, existían otras en aquellos tiempos
en nuestro pueblo. La mayoría de ellos con sedes canónicas y hermandades
constituidas. Nuestro Padre Jesús Nazareno; la de la Soledad y Santo Entierro y
la de Vera - Cruz; en la sección de penitencia. Desde luego y muy pujante, la
Hermandad Sacramental. Y ya otras que en posteriores siglos se extinguieron
como la del Rosario, San Blas, Santa Ana, San Pedro o Santa María Magdalena,
que componían así, junto a la nuestra, el apartado devocional del grupo de
hermandades de gloria.
No se sabe si la corporación de Ánimas estaba erigida desde la
aprobación del Ordinario eclesiástico o simplemente era una asociación de
fieles en torno a una única devoción que los aglutinaban en común y les
rendían culto. Pero sí sabemos, por ese dato histórico aislado, que el fervor a
las Ánimas, era ya una realidad inminente en la vida religiosa de La Palma.
SIGLO XVIII
Detalle del Altar de Ánimas de la Parroquia |
Hacía 1.713, y en una lista detallada que el visitero realiza después
de haber estado en el pueblo, dice: “ladel Santísimo Sacramento está en la
Parrochial de estarilla = las venditas ánimas sita en la Santa Iglesia
Parrochial = la de San Blas sita en su hermita = la de Nª Sª de la
Concepción sita en su hermita = lade la Misericordia sita en su hermita
= ladel hospital de San Juan Bautista = la de San Nicolás sita en su hermita =
la de Nª Sª del Rosario sita en la Parrochial desta Villa”. Parece ser, que
entonces, nuestra Hermandad de Ánimas se encontraba entre las corporaciones que
más arraigo devocional y piadoso tenían en la localidad, habida cuenta del
orden preferente que el visitador le otorga en la anterior relación.
Se vivía en un pueblo por entonces imbricado en un claro
ambiente religioso. No en vano, el mismo estaba rodeado de Iglesias y ermitas,
de cruces alzadas al aire que remataban torres y espadañas; así lo dicen los
emisarios religiosos: “Enesta Villa hay ocho hermitas, cinco dentro y tres
fuera deella....... Las que se hallan dentro están dedicadas launa a Nª Sª del
Valle = San Blas = San Juan Bautista = La Magdalena = Nª Sª de la Concepción
.......las que se hallan fuera del lugar son las de San Nicolás = San Roque = y
San Sebastián.....”.
La asociación de Ánimas, en 1.720, aparece en la Parroquia siendo su Mayordomo
D. Alonso Muñoz de Duarte. Su instituto consistía en mantener la lamparilla de
aceite encendida en el altar de las Ánimas; los cultos, con las limosnas
recogidas de entre los hermanos; y sus reglas, es de suponer, que contaban
solamente con el beneplácito de la autoridad eclesiástica.
En 1.755, el 1 de Noviembre, justo el día de Todos los Santos, se
produjo el fatal terremoto de Lisboa, que redujo nuestra antigua Iglesia
mudéjar a un montón de escombros. El estado ruinoso que presentó la Parroquia
ocasionó que se construyera de nueva planta la que en la actualidad pueden
admirar cada día nuestros ojos, siendo arte y modelo del estilo arquitectónico
que representa, y teniendo la más bella, blanca y esbelta Torre de toda nuestra
baja Andalucía. La obra de ejecución material del Templo duró desde 1.755 hasta
1.768, año en que se le devolvió el culto religioso. Hay que sospechar, y
además con fundamento, que el antiguo altar de Ánimas que se encontraba ubicado
en la vieja Parroquia quedara totalmente destruido, teniéndose que hacer otro
nuevo, hecho que no se puede demostrar, al no existir a lo largo de esta
segunda mitad del siglo XVIII más citas documentales sobre esta Hermandad.
Esto, unido a la exigencia real, que en un decreto de Carlos III de 1.783
obligaba a las hermandades a ser aprobadas también por la jurisdicción civil
(consejo de Castilla), hacen suponer que debilitaran muy mucho todo el emporio
religioso de la Hermandad, limitándola al mayor de los abandonos y ostracismos.
De todas formas, no nos vayamos tan triste del siglo de las luces y de
la razón, porque la centuria que se avecinaba habría de ser la de más
relevancia y nombradía en la historia de las Ánimas, y, además, esta época
dieciochesca nos había dejado también, aunque fuera de una manera remota, todo
un lujo de Iglesia.
SIGLO XIX
Detalle del Altar de Ánimas de la Parroquia |
Las nuevas leyes del reino prohibían por razones de higiene y
salubridad las inhumaciones dentro de las Iglesias. Éstas se realizaban en la
cripta del Templo Parroquial y si el fallecido pertenecía a alguna familia de
alta alcurnia o emporio social, el enterramiento se hacía debajo del altar que
el linaje ostentara en la Parroquia, bajo cuyo patrocinio se encontraba el
cuido y la decencia de la Imagen que lo ocupaba. Este hecho ocasionó que se
tuvieran que buscar soluciones a los enterramientos sucedidos de ahí en
adelante en el pueblo, de manera que en 1.837 se construye el cementerio
parroquial, que daría cabida a todos los féretros y cubriría la necesidad de
estas nuevas dictaminaciones. En efecto, el Camposanto de la Vega era ya una
realidad en aquel año de 1.837 y su coste fue 30.000 reales, hecho que fue muy
notorio en La Palma y en el gobierno eclesiástico, siendo el Arcipreste y
Párroco de la Villa D. José Masuco, y D. Pedro Miguel Pérez Limón el
administrador de bienes parroquiales.
Desde entonces, todos los enterramientos pasaron a hacerse en aquel
nuevo recinto de la Vega. Hasta el 25 de Septiembre de 1.850, no se pudo
inaugurar ni bendecir la Capilla de dicho cementerio, así nos lo refiere el
cura Párroco: “se salió procesionalmente de la Parroquia concluida la misa
mayor, y llegado al cementerio extramuros, se procedió por el señor cura más
antiguo a la bendición de dicha Capilla, todo con sujeción al ritual romano y
conforme a la autorización que precede; y concluido el acto se celebró una misa
solemne aplicada por los difuntos del mismo cementerio”.
Luego, ya en 1859, la Parroquia, como propietaria y preceptora de
todos los derechos del cementerio, amplía el nichado del mismo, ascendiendo el
costo de las obras a 3.223 reales, realizándolo el maestro alarife Manuel Pérez
García.
Nuestra Hermandad de Ánimas seguía estando ubicada en la Parroquia,
pero ya sin el hecho consustancial que justificaba su presencia allí, que era
el enterramiento de todas las personas y fieles de La Palma que hasta entonces
se hizo en la cripta parroquial. Desplazados estos sucesos inhumatorios al
Camposanto de la Vega, y ya con su nueva Capilla en él, todas las misas de
difuntos y demás Liturgias ofrecidas a ellos se realizaban en dicha
Capilla. Se tuvo que producir inevitablemente el binomio Hermandad de Ánimas y
Capilla del Campo fosal, debido a la necesidad religiosa que ambas tenían.
La vinculación de nuestra Hermandad con el Camposanto aún continúa, como se ve en el azulejo que le da nombre |
1.869 es una fecha crucial en la historia de nuestra Hermandad de
Ánimas, ya que se recoge publicado un Sumario de Indulgencias “concedidas a
la Cofradía de las Benditas Ánimas del Purgatorio, erigida en la Parroquia de
San Juan Bautista de La Palma”. Se llevó a imprenta su edición “por la
devoción de D. Miguel Domínguez Matamoros, Presbítero y Mayordomo que fue de la
Cofradía de las Benditas Ánimas”. Se puede observar como existe una
concomitancia familiar entre este señor citado y su hermano o ascendiente D.
Juan Domínguez Matamoros, quien al estudiar la Hermandad en el año 1.708
aparece como Mayordomo de la misma. Indudablemente, nos encontramos ante un
linaje familiar que soportó el peso de la Corporación durante muchos años. De
hecho, la Bula es concedida en Roma el 6 de Abril de 1.783, casi cumpliendo el
siglo de mantenimiento de esta devoción.
El asunto que en esta fecha de 1.869 hace saltar a la palestra esta
antigua Bula que poseía la Hermandad -que por otra parte nos demuestra su
enorme pujanza y acervo religioso que ostentaba entre los fieles del pueblo- no
era otro sino la queja que había llevado a palacio D. José María Ruiz. Éste
argumentaba en su misiva que no encontraba justificación alguna al uso del
color negro que la Corporación utilizaba cuando estaba expuesto el Santísimo.
La Bula Pontificia, entre otras indulgencias, debió de contemplar también esta,
y a tal efecto hacer uso del Texto Apostólico que indultaba a la Hermandad de
utilizar el color rojo cuando se exponía al Santísimo Sacramento y sí hacerlo
con el color negro.
La respuesta del Arzobispado en virtud a ello no se hace esperar, y él
mismo insta al Presidente de la Hermandad a que busque en los archivos: “diploma
o rescripto Pontificio del expresado privilegio” o, en su defecto, “buscar
testigos ancianos de confianza que testimonien tan notable privilegio de usar
paramentos negros con el Santísimo Sacramento expuesto a la adoración de los
fieles”.
Sea como fuere la resolución de este privilegio, lo cierto es que lo
que rotundamente nos demuestra este hecho es que nuestra Hermandad, a estas
alturas de siglo, está de nuevo revitalizada y viviendo uno de sus mejores
momentos, queremos pensar que debido al mejoramiento de su nómina de hermanos y
a que -como ya hemos dicho- esta fue una centuria que aportó unos buenos
sentimientos que hacían vivir también una espiritualidad.
El expediente prospera aún más, y el 27 de Octubre de ese mismo año de
1.869, el nuevo Arcipreste y Párroco de la Villa D. Joaquín Serra y Queralt,
que sustituyó entonces a D. José Hinojosa, informa que “en esta Parroquia se
acostumbra todos los años celebrar el día 2 de Noviembre y Domingo siguiente,
Función de Ánimas con Vigilia; costumbre autorizada por una Bula Pontificia que
no en vano he buscado en el archivo”. Entre las remisiones que hacía la
Iglesia de las penas debidas por el pecado estaba el privilegio de “manifestar
antes a la Divina Majestad con capas y frontal negro, y continuando la misma
con ornamentos del mismo color”.... “no estamos a verla practicada en
ninguna Iglesia de España”.... “en este pueblo está muy arraigada, por lo que
es permisible para que no se resienta su piedad”.
Hasta aquí los datos relativos a la historia de la Hermandad de Ánimas
durante todo el siglo XIX. Ahora me voy a centrar en otros que aun no siendo de
dicha Corporación si tienen que ver con la misma, ya que con el tiempo llegaría
a fusionarse con ella.
Antiguo Cristo de la Sangre |
“Que hay suma necesidad y urgencia de la adquisición de un
Crucifijo de tamaño natural para el Culto de la Capilla del Cementerio de dicha
villa, a fin de que pueda tener lugar la procesión solemne de penitencia que el
Martes Santo tradicionalmente recorre este vecindario.
Existiendo dos Santos Cristos excedentes, sin dueño determinado, y
sobre todo sin recibir culto alguno en esta Capital , situados el primero en la
Sacristía de la Capilla de la Encarnación de la Yglesia de los Terceros, cuya
Ymagen conservada en depósito perteneció a la Cofradía de las Siete Palabras
establecida en la Parroquial de San Vicente, y el segundo en el Coro alto o
parte superior de la Capilla Bautismal de la de Santa María Magdalena.
Careciéndose de medios para realizar dicha adquisición,
Suplicamos a V.E.R. se digne decretar la donación de una de las
mencionadas Efigies con preferencia la primera porque está mejor dispuesta para
recibir la Veneración de los fieles.
Así imperiosamente lo reclama el bien espiritual del pueblo y con
especialidad los numerosos pobres que constituyen el contingente más devoto al
indicado Culto y procesión, y así también lo esperamos de Nuestro paternal
Corazón”...
Seis días más tarde el cura de la Magdalena, D. Antonio de la Peña y
Ojeda, da constancia de tal Imagen y no tiene inconveniente en acceder a la
petición del suplicante. La petición fue acordada por el Cardenal Arzobispo y
certificada por su secretario, Dr. Jiménez.
El Cristo, según el cura de la Magdalena, está “colocado en una de
las tribunas sin que le dé culto ni aun pueda dársele por falta de sitio a
propósito”...
El 15 del mismo mes y año Hinojosa expone que “tengo el honor de
manifestar a V.S. que se ha recibido la efigie del Crucificado que se ha
servido donarnos su Exma. Rma.”...
A nuestro modesto entender esto significaba que se estaba creando una
Cofradía que con el antiguo nombre de su Crucificado de Cristo de la Sangre
hacía su Estación de Penitencia en la tarde noche del Martes Santo por las
calles de nuestro pueblo. La Imagen cristífera se colocó en el Altar Mayor de
la Capilla del Cementerio y cada Viernes de Dolores se trasladaba en un solemne
y austero Vía Crucis desde esta Capilla a la Parroquia, cruzando todas aquellas
fincas del campo de la Vega sembradas de habas, lo que con el tiempo ocasionó
que a este Cristo se le denominara con el sobrenombre de “Jabarero”. Hacía su
recorrido procesional el Martes Santo y el Viernes Santo, toda vez finalizados
los Oficios, volvía de nuevo a su Capilla del Camposanto palmerino. Este hecho
determinante nos demuestra dos cosas. Primero: Que la actual Hermandad del
Cristo del Perdón, que entonces lo era de la Sangre y que estaba erigida en
dicha Capilla del Campo fosal, no tenía nada que ver con la antigua de la
Vera-Cruz que desde tiempos inmemoriales había formado parte de las Cofradías
Semanasanteras de nuestro pueblo, por ser ésta una Cofradía de nuevo origen y
bajo el amparo devocional de un nuevo Cristo. Y la segunda cuestión es que el
motivo de que nuestra Hermandad actual del Perdón y la de las Ánimas se
encuentren fusionadas sea precisamente por eso, por la relación que tenía la
Corporación de Penitencia -al estar ubicada en la Capilla del Cementerio- con
la de Ánimas, que su aspecto religioso y devocional -aparte del cuadro
existente en la Parroquia- también lo estaba en el Camposanto por el culto que
ésta le rendía a los fieles difuntos.
Son entonces estos datos los más esclarecedores a propósito de hacer
una simbiosis devocional entre las dos congregaciones, una de Penitencia y otra
de Gloria.
Posteriormente, el 19 de Abril de 1.892, D. Antonio Pino eleva el
siguiente escrito al Señor Arzobispo de Sevilla:
“Reverendísimo Señor: con el respeto y sumisión debida, me permito
dirigir a su Reverencia esta humildísima carta, no dudando de su tan reconocida
fe católica y corazón magnánimo dejaría de repasar estas líneas y así mismo
interpretarlas en el verdadero sentido que se las dirijo; cual es el
sentimiento que me ocasiona la digna clase a que pertenece el ofensor ser el
ofendido mi Señor Padre Don Antonio Pino Delgado.
Dicho Sr. Pino, cuya religión y conducta es notoria y conocida del
digno clero de ésta, hace varios años que se viene haciendo cargo por Semana
Santa de la Cofradía llamada del "Señor de la Sangre" por no
constar ésta con Hermandad ni más arbitrios que la caridad pública que con ese
fin ejerce en esos días y perjuicio de sus propios intereses.
Púsose en el presente año, una vez terminada su misión, el Viernes
Santo, concluido el Sermón de las “Tres Horas” y acompañado del sacristán, a
retirar los adornos del paso de dicha Efigie, en cuyo acto, enmedio de esta
santa Yglesia Católica, tuvo el atrevimiento el Señor Presbítero Don José
Cepeda Pérez de proferir insultos con palabras impropias en dicho Señor Cepeda
y el sitio a mi referido señor Padre, por no ser de su agrado lo que hacía y
sin haber dado la orden de prohibición a quién debiera.
Es cuanto tengo el honor de manifestar a Su Reverencia....”
Nos pone de manifiesto esta carta la vinculación que históricamente la
familia Pino ha tenido con esta Hermandad y como es lógico y consecuente que en
la refundación llevada a cabo en 1.948 esta familia tomara el testigo
devocional que sus antepasados legaron.
SIGLO XX
Altar de Ánimas de la Parroquia |
En el fuego de la Parroquia se quemaron entre otras las Imágenes del
Santo Entierro, de la Vera-Cruz, el cuadro de Ánimas, numerosas Imágenes de
Gloria y, probablemente, nuestro Cristo de la Sangre, que con toda seguridad se
encontraba por aquellas fechas en el Templo. Si no hubiera sido así, la Imagen
del Cristo Crucificado venida de la Parroquia de la Magdalena de Sevilla que
era titular de la Hermandad se habría salvado, como se salvó la Imagen de la
Soledad, que al estar en la Capilla de Cementerio pudo librarse de la quema.
Restablecida de nuevo la paz en el país, y tras unos años de
estabilidad social y religiosa, la decimonónica Hermandad del Cristo de la
Sangre es de nuevo refundada por un grupo de devotos de aquel Cristo
desaparecido. Pero ahora la advocación de su Titular no es la de la Sangre,
sino la del “Perdón”, con la que es conocida en nuestros días. Al parecer, fue
D. Ignacio de Cepeda quien indujo a los hermanos devotos a que se le pusiera
este nombre al Cristo, ya que era la mejor palabra que después de una guerra
podía decirse.
La Hermandad se estableció en la Parroquia definitivamente en 1.959,
en el altar de Ánimas, que ex-profeso Santiago Martínez pintó para nuestro
Templo y para que así permaneciera para los restos esta antigua devoción palmerina.
El poeta palmerino Pedro Alonso Morgado cuenta que le pareció estar en el cielo
cuando contempló este cuadro por primera vez.
Hoy la Hermandad de Ánimas celebra una novena en el mes de Todos los
Santos y posee una nómina de hermanos que le da solidez a esta devoción, que
por ser tan antigua se encuentra cosida al pueblo de La Palma desde tiempos
inmemoriales.
Bibliografía consultada
- Archivo Diocesano de Huelva.
- Archivo Arzobispal de Sevilla.
- Boletín “Perdón”. Artículo de Jacobo C. Martín Rojas.
- Boletín de la Santa Cruz Calle Cabo. Artículo de Margot Davison.
- Semana Santa en La Palma. Libro de Pedro Rodríguez Bueno.
- Historia, Tesoro y Sentir popular de la Hermandad del Santo
Entierro.
- Apuntes para una introducción histórica de La Palma. José Mª Dabrio
Pérez.
- La gestación de un ferrocarril en La Palma. Libro de Manuel Ramírez
Cepeda.